Midori Kurve

¿Es pecado la Fórmula E?

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Me cuentan que durante el día de ayer se pudo observar la afluencia masiva de gente acercándose a los confesionarios de medio mundo como quien se dispone a votar en jornada de escrutinio.

Unos lo hicieron con las manos en los bolsillos, temprano, ocultando el rostro bajo la capucha de sus sudaderas. Otros, haciendo como que pasaban por allí a media mañana o mediodía, con traje de domingo, delatando su nerviosismo en la insistencia que mostraban en que el nudo de la corbata se mantuviera en su sitio o en que la falda de tubo no tuviera una miserable arruga. Los hubo vestidos de sport con el pan bajo el brazo y los chiquillos de la mano, y me dicen que tampoco faltó, a primera hora, la típica figura que con las prisas olvidó que no se puede bajar a la calle en pijama o camisón, bata y zapatillas…

La urgencia se mascaba en el ambiente. En todos los lugares del orbe se hacía la misma pregunta: «Padre, me ha gustado el Gran Premio de Buenos Aires de Fórmula E. ¿He pecado?»

Es obvio que el aficionado al motorsport teme que lo tomen por un friki cualquiera. Como pasa con el chocolate o los dulces, a cierta edad hay que saber elegir y, sobre todo, dosificarse. No se puede pasar todo el tiempo viendo carreras. Están además el running y el jogging, la bicicleta o el paddle, las motos cuando toca, la liga de fútbol, el baloncesto, el béisbol o el rugby, las redes sociales, la lectura o la música, los deberes de los niños, el ratito para echar con los amigos o la pareja, y de paso, para pensar cuántos años de vida le quedan todavía a la suegra.

Es mentira que los fines de semana se estiren como un chicle. Uno elige en qué los invierte antes de llegar totalmente agotado a la noche del domingo. Y cuando tiene claras cuáles son las prioridades y en qué disciplinas deportivas puedes batir a sus cuñados durante las inevitables comidas familiares, ya que ni siquiera saben que existen, aparece en el horizonte el Gran Premio de Buenos Aires de cochecitos eléctricos y rompe todos los esquemas.

Lo primero que haces es intentar comprender lo sucedido buscando argumentos a los que agarrarte: «La Fórmula 1 no ha comenzado aún. La GP2 empieza en abril. Macao queda todavía muy lejos. Le Mans también. El WEC… Bueno, ahora lo miro, pero no me suena que haya habido carreras…»

Pero cuando caes en la cuenta de que te has emocionado con una prueba ganada por Sébastien Buemi, ¡¿Sébastien Buemi?!, y de que disfrutaste de sus dos victorias anteriores en Hong Kong y Marrakech, entras como en pánico y te vas corriendo hacia el espejo del cuarto de baño por ver allí si te ha vuelto a salir acné. ¡Por Dios! ¿Qué me está pasando? ¡Si parecen aspiradoras limpiando la moqueta!

Pues sí, parecen aspiradoras aunque debes tranquilizarte: no te sucede nada, extraordinario, se entiende.

Lo que ocurre es que la Fórmula E ha madurado lo suficiente como para ofrecer buenos espectáculos en la actualidad. Con ésta son tres temporadas ya, y lo que en principio parecía una aventura incierta en la que participaban cuatro fabricantes locos y el excedente de los pilotos que no habían conseguido cuajar en disciplinas superiores, se ha convertido con el paso del tiempo en una categoría con identidad propia. Los coches son ahora más bonitos, los circuitos lucen mejor, los equipos funcionan como cronómetros, las retransmisiones han mejorado sustancialmente, y, además, hay mucho meneo fuera y dentro de la pista con el que entretenerse…

Pero, ¿es pecado o no?

Sinceramente diría que no. Como es un modelo de competición, digamos que reciente, se desconoce todavía si tiene contraindicaciones o acarrea efectos secundarios. Lo que sí tengo claro, es que habrá que ir haciendo hueco en nuestros apretados fines de semana para disfrutar de las siguientes carreras.

Próxima cita: 1 de abril. Gran Premio de Ciudad de México. ¡Pica güey!

Os leo.

Imagen: Jaguar Racing

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