Fórmula 1
George Russell y Mercedes: ahora o nunca
El accidente sufrido por Bottas y Russell el pasado domingo refleja que el británico desea el asiento del finlandés con todas sus fuerzas
Poco se puede añadir sobre el accidente entre Valtteri Bottas y George Russell, producido durante el pasado Gran Premio de Emilia Romagna, que no haya sido ya mencionado. Bajo mi punto de vista, la responsabilidad del mismo está bastante clara: Russell fue el que, en mayor medida, generó la colisión. No obstante, tras el accidente el británico estaba convencido de que el finlandés fue el culpable debido a que no le cedió el espacio suficiente para realizar la maniobra de adelantamiento. Incluso dudó sobre el talento del piloto de Mercedes, mostrando su asombro al ver a una de las flechas plateadas en una posición tan rezagada, concretamente la octava.
Al día siguiente el británico reculó: «No me siento orgulloso por lo que sucedió ayer. Debo acarrear con la responsabilidad del accidente. Sé que tendría que haber actuado de otra forma. En esos momentos tan intensos las emociones se pueden apoderar de ti. Lo siento por Valtteri, por mi equipo y por todos a los que decepcioné después de mis acciones, ya que no mostraron la persona que realmente soy. Espero más de mí mismo».
Sin duda, estas declaraciones le honran. No es muy habitual que un piloto se sincere de una forma tan autocrítica, sabiendo reconocer sus errores y pidiendo disculpas. Pero, sus duras acusaciones posteriores al choque no fueron únicamente consecuencia del calor de la batalla y, por raro que parezca, no es Russell el que sale perjudicado del encontronazo, sino Bottas. Seguro que las palabras del joven piloto de Williams resonaron en la cabeza del finlandés como un trueno. Porque son ciertas. Porque, delante de los micrófonos y del mundo entero, George atacó a Valtteri donde más le duele.
El británico perdió los papeles, es un hecho. Como él mismo señaló un día después, dejó que la ira se apoderara de sus actos. Aun así, como he indicado anteriormente, hay motivos más profundos para que abandonase su habitual imagen de chico educado y simpático. Existe una razón en particular, la más poderosa: cree que el asiento de Bottas en Mercedes le pertenece. En el fondo, imagino que le da rabia estar a punto de sobrepasarlo porque sabe que, si estuviese en la marca de la estrella, su rendimiento sería infinitamente superior al del finés. Ya lo demostró cuando, en el Gran Premio de Sakhir del año pasado, compartieron garaje a causa del positivo por coronavirus de Hamilton y, de no haber sido por la mala suerte, Russell habría sido el claro vencedor.
Es innegable que aún tiene mucho que aprender y que sus errores son propios de su juventud. También lo es su apoteósico talento, que hay que pulir, cuidar y sobre todo, darle una oportunidad para que crezca. Pensemos en el mismo Hamilton cuando daba sus primeros pasos en la Fórmula 1. El heptacampeón también cometía numerosos fallos, hasta que, al fin, se impuso la madurez y el saber estar sobre la pista. Estas características se adquieren gracias al tiempo y la paciencia. Por otro lado, la habilidad especial, ese aura que diferencia a los buenos pilotos de los realmente grandes, es innata. Parece que Russell la tiene y es obvio que Bottas, pese a su calidad, carece de ella.
George se equivocó, sí. Seguro que se habrá llevado la reprimenda de sus jefes por su maniobra mal calculada y palabras peor medidas ante los medios de comunicación. Aunque, de todo lo malo se puede extraer algo positivo. El domingo se evidenció que es un diamante cuyas imperfecciones todavía hay que pulir, pero también dejó claro que es mejor que Bottas, que está hambriento de gloria y no puede esperar más para subirse a un monoplaza ganador. Mercedes se tiene que atrever a ficharle. Ha llegado su hora. Si esperan demasiado, se arrepentirán.