Midori Kurve

La F1 ha cambiado, pero puede que no tanto

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Aquí donde me veis, llevo una buena cantidad de años narrando cositas sobre la Fórmula 1 y con el de esta temporada van tres cambios importantes de reglamento que a lo peor son sólo dos y medio.

Confieso que viví con expectación el de 2009. Desde 2007 se llevaba hablando de él. La FIA y los equipos trataron de mejorar el espectáculo erradicando las molestas estelas turbulentas que impedían los adelantamientos, a la vez, nuestro deporte se abría a la modernidad introduciendo el ERS (Energy Recovery System) como apoyo a los motores atmosféricos

Bueno, ya sabéis cómo acabó la historia: un mecánico de BMW por poco se electrocuta durante las pruebas preliminares en 2008. Mucho guante de goma y mucha precaución, pero el ERS causó numerosos problemas en 2009 y se abandonó en 2010 para volver en 2011. Por otro lado, los Dobles Difusores y la aparición estelar de la termodinámica, amén de otros truquillos, lejos de quitar importancia a la aerodinámica se la dieron aún más.

La verdad es que salimos con bien de aquella historia. El DRS (Drag Reduction System) vino a salvarnos, que no es poco, aunque a cambio, nos hartamos de ver a los Red Bull y a Sebastian Vettel copándolo todo: récords, poles, victorias, etcétera.

La normativa 2014 también me pilló con el pie cambiado, para qué vamos a negarlo. Nos habían puesto la cabeza como un bombo a cuenta del retorno de los motores turbo, y lo cierto es que resultaba difícil imaginar que nos íbamos a adentrar en una etapa híbrida cuya complejidad haría palidecer de envidia la carrera espacial entre la URSS y los Estados Unidos de América… Bueno, también nos ha rescatado el DRS, aunque a cambio, los récords, las poles, las victorias y los campeonatos, etcétera, han pasado de las manos de Milton Keynes a las Brackley.

Ya en serio, he mencionado varias veces la palabra DRS porque este bendito cachivache es fruto de la aerodinámica, es decir: los reglamentos que pretendían quitarla de en medio o reducir su valor, se han salvado gracias a un truco aerodinámico contrario al espíritu de la norma, sin el cual, el espectáculo en pista habría sido capaz de aburrir a un rebaño de ovejas.

Y aquí quería llegar yo, porque el paquete de reglas que hemos estrenado —los vehículos de este año llevan tiempo diseñados aunque todavía no los hayamos visto—, no es otra cosa que un nuevo atajo, pues mal que queramos, seguimos inmersos en la era híbrida estrenada en 2014 y con el mismo proveedor de neumáticos.

Las unidades de potencia siguen siendo el leit motiv de la categoría, no deberíamos olvidarlo.

Las ruedas han crecido de tamaño y el aspecto general es más espectacular que antes, con mayor importancia en el apartado de la aerodinámica, para que los coches híbridos sean más veloces.

Así que a lo mejor no estamos ante un cambio revolucionario, como se ha prometido, y puede ser que todo esto suponga sólo un ajuste que pretende mejorar el espectáculo en pista mientras se reparte un poquito mejor la baraja de las oportunidades entre los equipos grandes —los pequeños van a seguir dependiendo de los fabricantes de propulsores y el cuentagotas de las evoluciones—, lo que podría llevarnos a sufrir un tremendo chasco si depositamos muy alto nuestras expectativas sobre los monoplazas de este año. Van a ser consecuentes con lo visto en 2016. Más bonitos, sin duda, y habrá que ver si más rápidos, pero no pueden dejar de ser dignos representantes de una etapa concreta del deporte, en este caso, la correspondiente a las unidades de potencia.

Además, hay buenas noticias: si algo se tuerce o no sale como estaba previsto, seguimos contando con el DRS.

Os leo.

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