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La magia imborrable de Ayrton Senna

Hoy se cumplen 26 años del fallecimiento del triple campeón mundial de la Fórmula 1, una fecha para rememorar su legado.

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Los verdaderos mitos nunca mueren. Por eso, 26 años después de su fallecimiento en el Gran Premio de San Marino de 1994, Ayrton Senna sigue estando presente en los corazones de todos los aficionados de la Fórmula 1. Gracias a su extraordinaria competitividad, su pasión, su personalidad arrolladora y su impresionante habilidad al volante, la figura del brasileño se encuentra en el olimpo de la categoría reina del automovilismo. Su muerte, tan trágica como recordada, fue uno de los golpes más duros que ha sufrido la Fórmula 1 en toda su historia. En ese momento se fue el hombre, el piloto, para dar paso a la leyenda, dejando una huella indeleble en el deporte.

El nacimiento de una estrella

Senna irrumpió en el «gran circo» de una forma colosal. Ya desde el comienzo dio muestras de su extraordinario talento. En el Gran Premio de Mónaco de 1984 se asistió al nacimiento de una estrella, después de que el piloto completara una actuación memorable. En su modesto Toleman, Senna dio una lección de pilotaje sobre la lluvia y a punto estuvo de llevarse la victoria. De hecho, lo habría logrado si la prueba no se hubiese detenido a pocas vueltas para su conclusión por las extremas condiciones meteorológicas. Su cara en el segundo escalón del podio era todo un poema. Sin ser plenamente consciente de la hazaña que acababa de protagonizar, su ambición solamente le dejaba pensar en la victoria perdida. No obstante, no tuvo que esperar demasiado para cosechar su primer triunfo. Un año después, en el Gran Premio de Portugal de 1985, cruzó la línea de meta en primera posición, como no, volviendo a deleitar a la afición con una clase magistral en la lluvia de Estoril.

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Para la consecución de su primer título tuvo que esperar tres años más, hasta 1988. Esa fue su primera temporada en McLaren y el inicio de su intensa rivalidad con su entonces compañero de equipo, Alain Prost. Juntos protagonizaron una de las enemistades deportivas más destacadas de todos los tiempos. Sus luchas sobre la pista y sus encontronazos verbales fuera de ella fueron la muestra de una pugna por todo lo alto, tratando de demostrarse el uno al otro, al mundo entero, que eran los mejores. Y la realidad es que, en ese momento, el francés y el brasileño estaban a un nivel superior al de los demás pilotos. Juntos, y con la ayuda de otros inmensos campeones como Nelson Piquet o Nigel Mansell, construyeron una de las épocas doradas de la Fórmula 1.

Más que un piloto, se convirtió en un símbolo

Al título conseguido en 1988 le siguieron los de 1990 y 1991, todos a los mandos de su McLaren. Sin embargo, no son las estadísticas las principales responsables de su eterno legado. Senna ha pasado a la historia porque reflejaba mejor que nadie la esencia de la competición, lo que significa ser un piloto de carreras. Era la viva imagen de los valores, del alma de la Fórmula 1. Ningún otro piloto ha conseguido despertar tantas pasiones como él. Es uno de los pocos que ha trascendido del deporte para convertirse en un icono absoluto en un país entero como Brasil. Seguidores de la Fórmula 1 y gente no interesada en las carreras le veneran y respetan.

Debido a la extraordinaria situación mundial que atravesamos en la actualidad, hoy la curva de Tamburello, donde perdió la vida, no recibirá la visita de los miles de aficionados que se reúnen cada 1 de mayo para honrar su memoria. No importa, porque Ayrton estará en los pensamientos de todos, en sus corazones. Hoy, más que nunca, el mundo del motor rinde homenaje a uno de sus principales héroes. Nada mejor que recordar su magia imborrable para rendirle tributo. Senna siempre fue, es y será Fórmula 1.

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