Fórmula 1

Mclaren, o el poder de la expectativa

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Mañana se presenta el nuevo Mclaren que se será el tercer intento de la nueva sinergia entre Honda y Mclaren en este siglo. Con esta presentación se genera un poder que no es nada nuevo entre los aficionados a la Formula 1 en este país y diría que a nivel mundial igualmente. Ese poder no es otro que el de la expectativa, si, el de la expectativa por ver si Mclaren y Honda consiguen reverdecer los laureles de aquellos años dorados de Senna, en los cuales dominaban los campeonatos de principio a fin apoyándose en una unidad de potencia demoledora, un chasis innovador y unas manos al volante épicas.

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La expectativa es un sensación que hasta cierto punto acongoja al que la siente, acongoja porque pone las miras de lo que espera de alguien o algo en un muy alto escalón, ya que sabe que esas miras pueden ser alcanzadas, pero por otro lado tiene esa sensación de no saber si podrán ser alcanzadas, de si la persona o la cosa que espera colmará sus expectativas.

Digo esto porque el binomio McLaren Honda ha demostrado sobradamente ser capaz de lograr las mayores cotas del éxito si, pero si echamos la vista atrás también han sido capaces de alcanzar las mayores cotas del fracaso. Quién no recuerda el segundo advenimiento de Honda cuando se embarcó en el proyecto BAR (British American Racing) de la mano del conocido David Richards, con una inversión económica nada desdeñable, con pilotos que colmarían las aspiraciones de cualquier aficionado ( Villeneuve, Panis, Button, Sato…), para luego Honda librarse del yugo de la tabacalera adquirir el 100 % del equipo e invertir aún más recursos económicos y humanos, y cosechar no mejores resultados que la anterior época, ni siquiera la incorporación del genio entre los genios, Ross  Brawn, consiguió que la ingeniería del motorísta nipón funcionara junto con los ingenieros aerodinámicos ingleses, aunque no deja de ser revelador como al año siguiente Brawn con el control total del equipo lograra el campeonato del mundo de pilotos y constructores tras quedarse a coste rídiculo el equipo  y tras abandonar el motor japonés por la unidad de motor alemana Mercedes.

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Repasando todos estos horribles datos muchos lectores me podrán tachar de agorero, de no tener confianza o incluso de gafe, pero servidor siempre ha sido un gran defensor de aquella frase de que “aquel país que no recuerda su historia está condenado a repetirla” y por fortuna o desgracia, la Fórmula 1 no se encuentra ajena a esta sentencia. Y esta sentencia lleva dándose en mayor o menor medida desde que la antigua unión anglo nipona ha vuelto por el paddock, con un primer año desastroso, con una Honda en la que sólo se contaba con personal japonés, el cual carecía de conocimientos aplicados en la competición de la Fórmula 1, con un problema total de falta de comunicación entre Woking y Japón, y cuando digo comunicación lo digo en el más amplio sentido de la palabra, es que no se entendían idiomáticamente!, pero con unos departamentos de comunicación que vendían optimismo, rendimiento y resultados que nunca llegaban ni llegaron, a manos llenas. Y con un segundo año no mucho mejor, mejorando algo si, pero reconociendo abiertamente un fallo en el enfoque del diseño de la unidad de potencia y un viraje hacia el enfoque de Mercedes.

Con la llegada de la nueva dirección a Mclaren, capitaneada por el as del marketing Zack Brown, uno pensaba que esos viejos vicios de vender la piel del oso antes de cazarlo ya estaban más que superados, hasta que para mi horror hoy me desayunaba unas declaraciones del señor Boullier a un medio en el que declaraba que podían dar la sorpresa e incluso superar a Mercedes!! Pásmense! Solo con declaraciones así mi concepto de la expectativa volvió a sufrir fisuras y a contemplar el horizonte de los test en Barcelona no con ilusión sino con pánico a encontrar otro fracaso más de un matrimonio que tenía y tiene todo los medios para ser felices y que parecen empecinados en acabar como los Rose.

Termino ya deseando que mañana se presente un nuevo coche que me recuerde aquella bala blanca y roja a las manos de un brasileño superdotado y no aquel coche simulando el mapa del mundo y a manos de un brasileño eterno escudero de otra leyenda.

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